Pasaban los minutos y las horas y no logrando conciliar el sueño, se me ocurrió probar con el viejo truco de "contar ovejas". Dicen que es un método infalible.
En el intento de encontrar una manada imaginaria, busqué en mi mente uno de los extensos páramos de los altos andinos. Subí la cuesta persiguiendo un accidentado camino que fugaba por la accidentada montaña, me adentre en los humedales, flanqueando el ichu verde de las laderas, saltando los riachuelos, asomando las lomas, al llegar a una amplia meseta me detuve a observar la inmensidad de la planicie.
- ¡Al fin los encontré!
La manada pastaba, allí en la planicie verde, salpicando de blanco con sus vellones de blanca lana el verde pastizal. Me acerqué con cautela para no asustarlas, empecé a contarlas - Uno, dos, tres...